jueves, marzo 31, 2005

Cartas de Amor

Que decir amiga mía, que decir de verdad cuando manda
el cuerpo y los
> recuerdos...
> Basta que haya un mínimo estímulo, un recuerdo
certero o alguna inflexión
> tuya para que se desbande la memoria, los buenos
momentos y los secretos
> llenos de locura. A veces me pregunto porque y a
veces me dejo ir en estas
> sensaciones peligrosas. De alguna forma tiendo a
idealizar el pequeño
> microespacio que se daba cuando tú y yo estábamos
encapullados en tu cama,
> porque lo ideal terminaba cuando nos parábamos y
había que salir al mundo,
> creo que habríamos sido buenos como enamorados
adolescentes, nuestra
> fortaleza estaba en nuestra horizontalidad como
decías tú.
> A veces siento la necesidad de esa intimidad
irresponsable cuando la
> exclusividad y la complicidad de lo que ocurrió
vuelve a mis pensamientos,
> incluso en medio de circunstancias personales
delicadas. Se que es
> descabellado si es que no otra cosa peor. Para que te
voy a mentir, me
> gustaría volver a vivir esa pasión desenfrenada. Pero
honestamente cuando
> siento eso estoy pensando con la testosterona y con
otra cosa, me da
> lata, porque eso significa que internamente no puedo
sublimar ni trascender
> nuestra accidentada aventura juntos. Quizás ni
siquiera debería intentarlo.
> Pero en medio de mis debilidades recurrentes está el
casi sentir tu piel,
> casi sentir tu boca, la sensación de tu cuerpo
delgado sobre el mio.
> Me rio pensando que si te envio este mensaje quizás
después te pida
> disculpas. Así soy de contradictorio, aunque ahora
creo que es el pudor que
> pelea contra mis testículos.
> Debo por fuerza ser algo cauteloso para sobrevivirme, es
decir que me tengo que
> detener para verbalizar los hechos. Aun repiro hondo
acordándome de aquella
> noche extraña con olor a manzanilla y semen. Me gusta
como fueron las cosas,
> esas cosas, las enormes sacadas de ganas que nos
mandábamos, las largas
> noches de locura, saliva y jugos vaginales, las tardes enteras llenas de
caricias, el hacer nada que
> no fuera darnos el uno al otro placer y más placer,
absorbidos el uno en el
> otro, manos, bocas, piernas, nalgas, sexos, narices,
dedos, creo que en cierta
forma me gusta acordarme y que de una hebra
llegue el ovillo sin
> mucho trámite.
> Dime si no es agradable acordarse de ese cumpleaños
que terminó con la
> oscuridad absoluta llena de sabores y de sensaciones,
a veces vuelvo a
> sentir tu peso sobre mí y veo claramente la forma que
tú y yo componíamos,
> una pierna por aquí, una boca por allá, una mano
cogida de otra piel, una
> respiración pesada, el cabalgar de tu torso desnudo, empalada en mi, y el ovillo crece y crece, y
no sólo el ovillo por
> desgracia.

domingo, marzo 27, 2005

La D - Rotosa

Uno no siempre las trae fáciles. O sea, uno narra triunfos pero siempre se trae una vergüenza en el bolsillo. Cuando pasó el tiempo y no querías olvidarme y yo no quería que me olvidaras, me llenaste de correos colenturientos, te ofreciste en bandeja, me hablaste de sicoanalistas incapaces de hacerte olvidar las tardes y noches encerrados en la cabaña de la pornografía, incapaces de echarle agüita al carbón rojo ardiente de nuestros recuerdos y esas conversaciones por teléfono que hablaban de carnes y de reposos, de orgasmos y humedades.
Hablaste de los besos con sabor a entrepierna y a culo, hablaste de mi carne palpitando entre tus pechos, hablabas de que no te importaba nada.
Me dejaba querer.
Hasta que no pude más y quedamos de juntarnos a la batalla esa misma noche, esa misma calle, a la hora esperada del día y tú, creo que sonriendo del otro lado del teléfono me dijiste que no podías. Creo que con tus dientes brillando me dijiste que habías quedado con tu amigo y que no había donde perderse.
Mal perdedor, las chuchadas no las dije por teléfono.

miércoles, marzo 16, 2005

otra cosa es con el otro

Este personaje me lo topé en el Liguria, estaba indeciso acerca de separarse o no de su mujer de varios años, él ya tenía una amante y sin embargo dudaba acerca de la fidelidad de su pareja oficial. Lo que más le dolía al parecer era que en todos esos años no había conseguido que la chica le chupara el aparato o que hiciera algo más que abrirse de piernas. La amante por cierto descollaba en estas artes, como buena amante que se precie de serlo, y este personaje no atinaba a abandonar a la una o a renunciar a la otra.
Por cierto estaba bastante bebido para decirme estas cosas, yo que apenas lo conocía de alguna reunión de amigos en común y que había compartido con él unas pocas charlas de cine y de pelambre político, no merecía esas confidencias. Como por ejemplo que su mujer ni siquiera le dejaba hacerlo a lo perrito por que no se consideraba un animal y cosas por el estilo.
Dadas las circunstancias entendí que se hubiera buscado una amante mas emprendedora.
Lo que no le dije era lo distinta que era su mujer cuando compartía la cama conmigo, que al menos en el sexo oral se le notaba la falta de práctica.
Le dejé dos lucas por mi cerveza y me fui.

sábado, marzo 12, 2005

nada de nada

El enorme culo de una chica llamada Keyra/Agustina/Julieta/Solecita/Mystery Booty o algo así, me impacta con recuerdos de los culos femeninos vistos y saboreados en el transcurso de este viaje. Saco la cuenta y la memoria me traiciona, lo cierto es que las morenas me han facilitado unos bien dibujados pero faltos de volumen, las blancas han sido más generosas y a la vez mezquinas, generosas en volumen, mezquinas en el uso que hubiese querido hacer de ellos. Ya conté de uno de ellos. Pero sin dudas todos me han dejado recuerdos, recuerdos de sus vestiduras, de sus tactos, de sus aromas, como aquellos sexos orales a duo (69 que le llaman) en que la nariz sin pedir permiso se junta con los pliegues suaves de esos culos y con sus esfínteres que pocas veces miramos, como yo miraba entonces, como me gustaría hoy, que me aburro mirar bajo este cielo gris. Como miraba yo entonces el final de tus nalgas reluciendo de semen y de saliva.
Me aburro sin alguna de ellas, me aburro mirando a esta chica keyra, enorme culo pero quizás comparable con el tuyo que no quisiste otra cosa que una tierna amistad y yo me fui detrás de tu amiga, más discreta en tamaño pero mucho menos discreta en fervor por el acto carnal.
Así es como hoy me aburro.

jueves, marzo 03, 2005

Revanchas

Aquella vez que me rastreaste con excusas comerciales, que llegaste a mi oficina toda arregladita tan parecida a la memoria que tenía de ti, cuando me hablaste de que amabas a tu marido, cuando me pediste perdón por lo que había pasado al final entre nosotros, cuando vi tus lágrimas, cuando posaste tus manos en las mías, cuando te culpaste de todas las penurias que supuestamente yo pasé por ti sentí desde muy abajo que tenía que aprovecharme de ti. Delgadita y complaciente en tu traje azul no esquivé tus llamadas periódicas, escuché tus historias, comencé a sentir de vuelta el deseo de antes, pero redoblado por la deliciosa circunstancia de que tu marido había sido la causa de nuestra preterita ruptura. Doble beneficio. Recuerdo que esa vez que te llevé a tu casa me pediste que me demorara, que nos detuvieramos en un rincón oscuro. allí fue que comenzamos a acariciarnos y a besarnos. Allí fue que entre suspiros y jadeos me declaraste no haber olvidado lo nuestro, que tu marido no era ni la sombra de lo que yo fui para ti, allí fue que tu misma solicitaste que te llevara a un motel, pero no esa noche, no así sobre caliente, no con mis manos reconociendo lo que ya habían olvidado, no sin que te pusieras el dispositivo anticonceptivo.
Cuando hablaste por el teléfono la mañana siguiente y me declaraste estar preparada (ya estoy lista para ti), yo ya no quería dar ese paso.
A veces me arrepiento de haberme perdido ese festín seguro de sexo sin tapujos ni ascos, sin culpas y con una dosis placentera de morbo y de adulterio. No olvido que me habías dicho, me habías jurado entre resoplidos y besos que estabas dispuesta a todo.
Lo que me detuvo hasta hoy me resulta curioso, pero no fue tan curioso que intentaras tiempo después reencender el fueguito aun un par de veces.
Pero lo verdaderamente curioso fue que un año después no supe más de ti, cuando te enfureciste porque andaba con otra mujer casada a la que iba a ver a su casa por las noches (que odiaba los condones y usaba píldoras).
Quizás no debí contarte esa historia, cuando ya habías echado a tu marido de la casa.
O quizás esa fue mi verdadera revancha.