viernes, febrero 25, 2005

too much

Que te gustara Benedetti, que tuvieras la colección completa de Mafalda, que canturrearas canciones de un disco llamado Oh, Melancolía, que me contaras tu devoción por la biografía de Neruda, por Cortázar, era obvio. Que te gustara Bjork y que te enronquecieras cantando a una tal julieta Venegas, que en tu auto llevaras un disco de unos decadentes argentinos llamados Babasónicos, que me confesaras que sólo habías visto el festival de Viña a ratos para ver a Fito Paez, a Charly García y ahora último a Café Tacuba y por supuesto al maricón de luxe Bosé comenzó a impacientarme. Que te murieras por las películas de un tal Subiela, que te supieras todas las de Johansen, que leyeras a Carver, a Ginsberg, a Parra admiraras a Bukowsky, que llevaras a tu único hijo a ver a Molotov, que adoraras Buenos Aires y que siempre me pidieras ir al Cinzano en Valpo o al Liguria de Manuel Montt me pareció sospechoso. Tus recuerdos en la Blondie, en el Bunker, tus discos de Saint Germain, Massive Atack, Morphine, Morrisey, Radiohead, Coldplay, tus fotos del recital de Kraftwerk, tus películas japonesas, la colección completa de Miyazaki, tus libros de Mishima, tus discos de Caetano Veloso, de Serrat, de Silvio, de Serú Girán, tu pipa de fumar cuetes, tus afiches de teatro polaco, tus teorías acerca de Aphex Twins, tu gusto relamido por la poesía de Baudelaire, tu Orbital de fondo, tus lounge, ambient, house y la hueá y la hueá, tu straight, bi, pro, bajofondo, gotan project, tu tempura, sake, roll, sashimi y wi fi fueron demasiado para mí.
Antes de tener un orgasmo contigo preferiría ir a un preuniversitario.

jueves, febrero 17, 2005

Malas acciones

En un libro mal leído hablaban de la "más profunda piel". Me imagino que hablaba el que escribía acerca de esa oscura zona que empieza al terminar la espalda. Me imagino que cuando te propuse desvirgar el suave y oculto ojal de tu culito no pensaste claramente que la acción, deliciosa acción requería de su propia metodología y que más allá de lo obvio tendría que haber dolor y olor.
Recuerdo con demasiado cariño ese territorio tuyo donde tantas veces mis dedos habían anticipado mis tentaciones. Un dedo es una cosa. Otra cosa fue que después de juguetear con nuestras bocas y nuestros sexos húmedos te doblegaras docilmente, que mi memoria conservara la imagen de tus hermosas piernas volteándose, de tu suave culo abriéndose acaloradamente.
Las caricias no fueron suficientes, ni fueron suficientes las cremas que masajearon mi carne y el pliegue de tus ancas, porque tu resistencia versus mi insistencia sólo consiguieron duplicar mi placer a costa de tu dolor.
En un punto del vaivén que pareció agradarte me pediste que parara, que esperara, maldigo la ceguera, la mano invisible que me impidió escucharte, porque mi respuesta fue un doble envión de puro placer en tu carne, en tu ano deliciosa y furiosamente opuesto a mi actuar.
Ni el semen, ni los besos, consiguieron hacer que me perdonaras la sutura vergonzosa que más tarde tuviste que discretamente hacer que te aplicaran.

martes, febrero 08, 2005

La magia de la química

Cuando hacíamos eso que le llaman amor, cuando te daba infinitas vueltas en la cama y yo pasaba horas sin conseguir ni un bendito orgasmo no sabía bien, no entendía como cuando tú ya exhausta, volcada entre las sábanas, dispuesta a cualquier cosa para dejarme satisfecho yo seguía con mi "compañero" porfiadamente varias horas intentando registrar ese dorso tuyo que al fin me hiciera ver brotar los necesarios volcanes prohibidos. Alguna vez me dijiste que mi capacidad era "encantadora". Pero la verdad no lo era tanto. No se si sabías que el antidepresivo que llevaba meses tomando me inhibía cualquier tipo de orgasmo rápido, por eso generalmente en la posición más inusual, la más afiebrada, llegaba la liberación y tú delicadamente me decías, me susurrabas entredormida que "adorabas mi humedad".
Yo realmente adoraba tu paciencia. Y me sentía agradecido y a la vez encabronadísimo con la sertralina, la droga de "nunca acabar".