domingo, noviembre 20, 2005

Sabor a nada

No quiero nada. Pasa el tiempo y me doy cuenta que no he amado ni me amaron como me hubiera gustado. Hubo sexo porque no podía ser de otra manera, pero ni tú ni yo coincidimos en la cama correcta. Me hubiese gustado hablar contigo de verdad en lugar de haber sorbido entrepiernas y haber cepillado nalgas con mis mejillas mal afeitadas. Te extraño sin saber si existes, sin saber si eras alguna de las que quise que fueras. Te extraño en esta noche de domingo en que estoy solo, en que ni la sagrada masturbación me devuelve la paz olvidada, la de los quince años, cuando con voz ronca deseabas besar mis testículos y mi boca aceleraba tus latidos al morder el espeso pezón negro que asomaba de tu ropa entreabierta. O a los veinte cuando con otro rostro me entregaste el camino de tu espalda, el sabor de tus nalgas, o antenoche que cabalgamos furiosamente. Pero es inútil, el asco y el deseo tienen para mi el mismo gusto, el mismo exacto sabor a nada.