martes, noviembre 22, 2005

No Correspondido duele igual

Querida,
En este momento en que no consigo pensar en otra cosa, en que me hago las mismas preguntas que nunca tuvieron sentido, hago de cuenta que alguna vez entre tantas palabras fue posible decirnos otra cosa, o más importante aun, entre tantas palabras alguna vez deseaste caminar conmigo algo más que tres cuadras hasta la micro.
Porque ese detalle si que fue importante, a pesar de las conversaciones, de los minutos detenidos a la orilla del camino. Nunca fuiste más que esto, la promesa de que hablar contigo nunca iba a ser en vano, la esperanza de que además del cariño quizás un día tendríamos algo más que compartir.
Inútil pensar en estas cosas. Nunca, excepto esa extraña ocasión en que solos mirando caer la tarde me dijiste que me querías, nunca hubo el menor asomo de una mísera migaja de erotismo. Pero mi cabeza está hoy llena de pequeños detalles tiernos que desarman toda lógica, toda esperanza de paz.
Claro, a la larga todo se llena de nostalgia, y verte en mis sueños no mejora este mal andar que arrastro desde hace meses, este dolor silencioso que no tiene que ver contigo, ni con el amor, ni con la juventud perdida. Es más bien la sospecha de otra vida irremediablemente perdida que de pronto emerge contigo, con la imagen que guardo de ti, de la certeza macabra de que alguna vez esto pudo ser distinto, aunque en ello al mismo tiempo me de cuenta de que me engaño, pues nunca me dejaste ir más allá de nuestras conversaciones, nunca tomaste siquiera un té en la misma mesa, sólo rellenamos el aire de palabras y yo babeaba por tu hermosura.
Pero hoy quisiera soñar con la fantasía de que alguna vez tuve otra respuesta tuya, de haberme convertido en padre de tus hijos, de haberme dormido cansado (como siempre) pero esta vez a tu lado, de haberte acunado y poder bromear con el mal aliento de las mañanas, de tener una historia, de que esta vez hubieses sido tú.
Quizás fantaseo en la creencia errónea de que en un punto indefinible si estábamos de acuerdo, de que en una de esas hubiésemos hecho bien estando juntos.
Yo recuerdo haber estado dispuesto a echar abajo todo por ti, mira si seré ridículo, mira si seré sentimental, mira si no estaré perdido dándole a mi mambo contigo un poder imposible.
Sólo que hoy quisiera haberme despedido de ti con un beso con sabor a café con leche, café con leche que yo mismo hubiese llevado mientras despertabas, quisiera haber desenredado tu pelo dormido con una mano distraída mientras hablábamos de horarios y de cuentas, quisiera haber habitado un alguien distinto, cuya mitad eras tú, como alguna vez desee inútilmente que fuera. Como entonces soñaba que debía ser, como hoy día me doy cuenta que nunca ha sido.
Intento resumir esto que siento pero se que es un puro sinsentido, yo no era para ti, ni tú probablemente eras para mí, de hecho me pediste alguna vez que no me enrollara contigo, aunque un año después me abrazaras y me dijeras cuanto me querías. Tengo esa horrible amargura, esta monstruosa vergüenza de aun convivir con tu fantasma en mis sueños, cada vez menos, incluso hay años en que no pienso en ti, o que pienso en ti con extrañeza, en cómo pude sentir tanto tiempo y de manera tan obsesiva este deseo, cómo se alojó este enamoramiento que más de quince años después sigue aflorando como una mancha rebelde, mancha que tiene mucho más de mi parte que de la tuya ¿o me equivoco?, ¿o tú alimentaste también mi hambre con tu ambigüedad, con tus danzas lunares y tus monólogos alucinados?
Que importa mi amor, qué importa si esta noche apagaremos luces en horarios y espacios diversos, en compañía de seres de verdad, de problemas de verdad, que importa preciosa mía si ya no tenemos nada que decirnos. Que importa haber caminado con tus pies descalzos sobre los míos, que importan las tardes, el frío, las veces que intentamos bailar cada uno por su lado, los cuentos, las historias, esa sensación de estar al borde y jamás, mierda, jamás haberte mirado de otra forma.
Querida, me hubiese gustado que por un momento la historia fuera otra. Pero la vida que soñé no era ni para ti ni para mí.

domingo, noviembre 20, 2005

Sabor a nada

No quiero nada. Pasa el tiempo y me doy cuenta que no he amado ni me amaron como me hubiera gustado. Hubo sexo porque no podía ser de otra manera, pero ni tú ni yo coincidimos en la cama correcta. Me hubiese gustado hablar contigo de verdad en lugar de haber sorbido entrepiernas y haber cepillado nalgas con mis mejillas mal afeitadas. Te extraño sin saber si existes, sin saber si eras alguna de las que quise que fueras. Te extraño en esta noche de domingo en que estoy solo, en que ni la sagrada masturbación me devuelve la paz olvidada, la de los quince años, cuando con voz ronca deseabas besar mis testículos y mi boca aceleraba tus latidos al morder el espeso pezón negro que asomaba de tu ropa entreabierta. O a los veinte cuando con otro rostro me entregaste el camino de tu espalda, el sabor de tus nalgas, o antenoche que cabalgamos furiosamente. Pero es inútil, el asco y el deseo tienen para mi el mismo gusto, el mismo exacto sabor a nada.